Vivian María Pavón | 

“Vale…que había oído de esto… pero es que hasta que no lo ves… hombre, ¡hay que vivirlo!”, murmuró un señor a mi lado, mientras avanzábamos lentamente hacia la puerta de salida del Teatro Cofidis Alcázar. Aunque la conversación no era conmigo, pequé de intrusa, y coincidí con él.

El 12 de noviembre de 2019 se llevó acabo en Madrid la novena edición de “Diario Vivo”, una iniciativa fundada por el periodista francés François Musseau. Es una plataforma para dar a conocer la faceta íntima de historias vividas por comunicadores, artistas y periodistas. No está diseñado para masas, sino para grupos reducidos y privilegiados que edición tras edición ocupan las butacas del teatro. Esta ocasión no fue la excepción.

El escenario, un micrófono, y 8 minutos son las herramientas que tienen los protagonistas para contar sus historias. Dejan atrás las complicaciones de formatos, número de caracteres, y los enredos que conllevan las comunicaciones en la era digital.

Diario Vivo es un homenaje a la esencia de contar historias: evocar emociones en la audiencia. Para honrar ese lema, el espectáculo es una cajita de sorpresas. Su principal característica se basa en conservar el anonimato de sus protagonistas, hasta el momento previo al espectáculo. A cada asistente le espera en su asiento el “menú” de presentaciones que depara la noche. El momento llegó.

Antes de comenzar, se escuchó una voz delicada que recordaba la regla de oro: “Mantengan su celular en silencio y no olviden que Diario Vivo no se graba”. Maldita costumbre que tenemos de fotografiar o grabar cada momento que vivimos, asumimos que si no tenemos evidencia fotográfica, no cuenta.

El sonido cautivador de un acordeón rompió con el silencio del establecimiento, y marcó el inicio de la seguidilla de emociones que estábamos por descubrir. Esa misma música, creada e improvisada in situ por Sara Martínez, fue el hilo conductor de los 9 protagonistas.

Conocimos historias sobre la migración y superación (Karina Sainz, periodista), de lucha por la preservación de nuestro planeta (Sara Acosta y Clemente Álvarez, periodistas) y sobre el placer de redescubrir viejos destinos (Bruno Galindo, periodista). También otras más sobre giros legales inesperados (Anónimo García, provocador de profesión), de lo expresivo que puede llegar a ser un arte mudo (José Piris, mimo), de la crueldad de la humanidad, e incluso de la crueldad dentro de la propia familia (Cruz Morcillo, periodista). Hablaron sobre situaciones que son comunes para todos, como aferrarnos a la vida de un ser querido y verlo partir (Alfonso Pardo, geólogo). Sentimos emociones muy diferentes, pero sobre todo muy fuertes (Laurena Geraldes, cantante de fados).

La reverencia de los protagonistas al público sentenció el final de una noche contradictoria. Porque aunque Diario Vivo es un momento efímero, a la vez se convierte en un momento indeleble, y aunque no grabamos ni dos segundos en el móvil, esta noche si que contará y quedará para la posteridad.

Al final de la función comprendí que Diario Vivo es una representación de la vida misma. Como los protagonistas, nosotros también nos enfrentamos a situaciones, deseadas o no, pero debemos evitar paralizarnos ante ellas. La vida sigue y luego tendremos más historias por compartir.

Si estás en Madrid el próximo 21 y 22 de abril del 2020, no permitas que te cuenten lo genial que estuvo Diario Vivo. Vívelo y siéntelo tú mismo.

 

*Crónica escrita por una alumna del Máster en Periodismo de Investigación, Datos y Visualización y editada por la dirección dentro de las actividades extracurriculares que organiza el título propio.