Guitarrista flamenco. De músico profesional a peón de obra en contra de su voluntad. El hermano mayor de la célebre familia flamenca de los Campallo cuenta cómo le ha afectado la crisis económica del coronavirus.
Sol Acuña / Madrid
@laultramarina
Alumna del Máster El Mundo Edición 2020/21
Hay una broma recurrente en el mundo de los flamencos que exime a los guitarristas de fregar los platos porque el Fairy les estropea las uñas, y un guitarrista sin uñas tiene la misma utilidad que un zapato sin suela: ninguna. Las manos de un músico son, para ellos, sagradas, y la pandemia del coronavirus ha forzado a muchos a darles a estas usos tanto indeseados como nunca antes concebidos. Uno de ellos es Mariano Campallo, quien a su pesar, ha tenido que cambiar el arpegio por el martillo y el escenario por un andamio.
«Llevo un mes sin coger la guitarra porque me duelen los tendones. El otro día, en la obra, me caí de una altura de dos metros. Todos los días llego reventado», cuenta. Charla mientras fuma un cigarro y en cada una de sus largas exhalaciones transmite —a pesar de hablar por teléfono— la angustia que describen sus palabras. La obra no es un trabajo fácil para un músico que ha sufrido varias cirugías por el desgaste físico que deja la práctica de un instrumento. Las horas sentado y la postura que requiere el estudio muchas veces acaban pasando graves facturas de salud.
No le han concedido el Ingreso Mínimo Vital «por las ganancias que obtuve en 2019 del tablao, y porque tuve varias galas en el extranjero», se lamenta el músico. La ayuda social que recibe con costo le alcanza para pagar el alquiler. Ha tenido que acudir a terapia psicológica porque según dice: «La pandemia va a acabar con mi vida. Yo soy músico. Soy una persona sensible y necesito tocar. Vivo con el alma a flor de piel, tengo que desahogarme en un escenario.»
Mariano es el mayor de los hermanos Campallo, una familia de artistas flamencos cuyo apellido se conoce entre aficionados desde Buenos Aires hasta Tokio. De los siete hermanos, cinco son artistas de renombre y han llevado el arte flamenco y el nombre de España a teatros y festivales de todo el mundo. Adela y Rafael son hoy día primeras figuras del baile; Pili Campallo triunfó con su grupo Raya Real y Juan y Mariano son reconocidos guitarristas de acompañamiento al baile y al cante. Sin embargo, la crisis de la pandemia agudizó la precariedad ya existente del sector y muchos más como él han sufrido la metamorfosis que los llevó de obreros del arte a obreros a secas. «¿Te puedes creer que el tablao ni siquiera me ha llamado para preguntarme cómo estoy?», se indigna.
Guitarrista profesional desde los 16 años, Mariano salió del barrio sevillano El Cerro del Águila para irse a Japón y casi cuatro décadas después ha recorrido la geografía mundial con su guitarra. Es, sin duda, una de las caras más reconocidas en los tablaos flamencos de Sevilla. Su mano derecha ha embellecido los bailes de estrellas como Cristina Hoyos o Manolete e instituciones como el Ballet Andaluz. Su mano izquierda, los eruditos cantes de Juan José Amador. «El flamenco en España no se valora, los partidos políticos nos ignoran, son todos iguales. Nos mantenemos gracias a los extranjeros, ya que ellos sí aprecian este arte», reclama.
Además, a diferencia de otro tipo de profesiones en las que los años y la experiencia conllevan a eventuales aumentos de sueldo, en el flamenco sucede todo lo contrario. Mariano narra la manera en la que ha bajado el poder adquisitivo de los artistas a través del tiempo: «En los años noventa se cobraba hasta 80.000 pesetas por una gala (unos 500 euros). Hoy los cachés son de 100 euros por una fiesta privada, o 300 o 400 euros en un teatro». El sueldo actual en el tablao ni lo menciona.
Mariano lleva casi cuarenta años tocando profesionalmente, pero toda su vida laboral se reduce a tan sólo doce años cotizados. «Son los artistas quienes mantienen el flamenco. Un tablao sin artistas es un bar o un restaurante, pero no se le puede llamar tablao», dice. Para él, gran parte de la responsabilidad de la crisis económica que están sufriendo muchos artistas recae sobre los hombros de los dueños de estos establecimientos.
En los años 80, el guitarrista Samuel Pelta, conocido como Samy, presidió el Sindicato Profesional de Espectáculos de Sevilla. Este sindicato veló y luchó por los derechos laborales de los artistas. La credencial que les otorgaba, se denominó coloquialmente como “el carné de artista”. «¿Recuerdas el carné de artista? Samy era quien hacía las inspecciones laborales en los tablaos. ¿Sabes qué hizo un día? Lo mandó todo al carajo una vez que fue a uno muy reconocido y se encontró con que los mismos artistas escondían en los camerinos a una joven niña bailaora. Eso no estaba permitido. Y por eso digo, en parte también es nuestra culpa que estemos hoy así. Nunca ha habido unión en este gremio. Realmente me jode decirlo, pero es que al final, en cierta forma, tenemos lo que nos merecemos».
Unión Flamenca, la Asociación de Artistas Profesionales del Flamenco, acaba de formalizar el primer Sindicato Flamenco en la historia y, el pasado 10 de noviembre, publicó un informe que revelaba el nefasto impacto de la pandemia en el gremio. El sector hasta ese entonces había dejado de ingresar un poco más de 1.4 millones de euros. El 67.7% de los encuestados no ha recibido ningún tipo de subsidio del gobierno. Sólo 7% recibe la ayuda para autónomos, y apenas el 5.6% recibe el Ingreso Mínimo Vital. La ayuda del artista es percibida por un escaso 2.8% de los encuestados y el importe medio de las ayudas recibidas en las diferentes modalidades es de 526,85 euros mensuales.