MARÍA VAQUERO

Alumna del Máster El Mundo Edición 2020/21

«El primer invierno fue el más frío. La humedad de la mina calaba directamente en los huesos por la falta de grasa en el cuerpo. Las calorías que nos proporcionaba la lata diaria de harina que nos daban eran insuficientes…».

Este es uno de los crudos recuerdos que Lorenzo Bañuelos, preso durante tres años en el destacamento penal de Fabero (León), le narraba a su nieto Tomás cuando era niño. Como Lorenzo, más de 250 reclusos pasaron por esta prisión entre 1941 y 1947 y fueron obligados a trabajar en la mina local para redimir sus penas. Una placa memorial ubicada en el terreno donde estuvieron los barracones recoge hoy algunos de sus nombres y rinde homenaje a su resistencia.

En Fabero del Bierzo, a orillas del arroyo Luis Alto, estuvo emplazada la mina La Reguera, uno de los campos de trabajo en España durante la posguerra. El gran número de presos que concentró en sus siete años de actividad y la abundante extracción de carbón de antracita lo convirtieron en «el más importante que existió en la provincia de León», coinciden los historiadores leoneses Alejandro Martínez y Víctor del Reguero.

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