A diferencia del tradicional outbound marketing, que es mucho más intrusivo, el inbound marketing se caracteriza por el inicio del usuario a través del diálogo.

Gracias al embudo de ventas, este usuario pasa de ser un simple visitante a convertirse en comprador, un proceso que le lleva por diferentes etapas.

La primera etapa es la atracción, en ella se crean artículos para posicionarlos en los mecanismos de búsqueda y divulgar en las redes sociales. Para conseguirlo, el inbound marketing recurre a tres principales herramientas: marketing de contenidos, el SEO y el social media marketing.

Una vez que el usuario lo encuentra y tiene el primer contacto con la marca, pasa a ser un visitante.

Una vez ocurre esto, tenemos el paso a la siguiente fase, la conversión. Aquí aparecen las siguientes figuras: el lead, una persona que ha facilitado sus datos de contacto a través del formulario de una landing page. Al final de ellas de incluyen CTAs, o los denominados Call To Action, para conseguir que la relación se torne duradera gracias a la obtención de sus datos.

La tercera etapa es la aproximación, a través de acciones como el email marketing, el usuario recibe contenido útil y relevante. A este proceso se le llama nutrición de leads. Una vez que el consumidor y la marca han creado una relación, las posibilidades de ser clientes son mayores, por ello es necesario hacer una oferta.

En último lugar, llega la etapa del deleite, aquí el objetivo es retener al cliente. La marca tiene que ir nutriendo al cliente, aunque sea más fácil mantener un cliente que crearlo, deben llegarle contenidos cada vez más profundos para que si es posible se convierta hasta en defensor de la marca.