Hay quienes lo saben todo de las nuevas tecnologías, nativos digitales que asustan con el dominio instintivo de cualquier programa o dispositivo. Hay quienes abren la boca o escriben un correo electrónico y dejan callados a todos los que les rodean. Hay quienes saben escuchar para luego analizar y proponer. Hay quienes saben hacer todas estas cosas. Hay quienes no saben hacer ninguna.

De todos estos perfiles, y algunos más, hay en una empresa, en una institución, en cualquier organización, y son perfiles que en muchos casos se complementan cuando el trabajo en equipo está bien engrasado. Pero hay otras ocasiones en que la maquinaría no fluye lo suficientemente bien y se pierden oportunidades por el camino. ¿Y si todos supieran un poco de todo aunque luego se les sacara partido a las mayores capacidades y habilidades comunicativas de cada uno? Los grandes logros, las buenas estrategias, los esfuerzos, los éxitos profesionales, se quedan en nada si no sabemos contarlo.

Si nadie se entera de lo que hemos hecho, cómo vamos a rentabilizarlo.

Desde la pequeña, la mediana, la gran empresa o la multinacional, hasta cualquier organización que tenga algo que contar, todas han descubierto, o están descubriendo, el valor de las habilidades relacionales y de comunicación. En un mundo tan competitivo no basta con hacerlo mejor, porque a veces las diferencias son mínimas. Es necesario que se sepa. Por eso uno de los valores diferenciales clave para el éxito es la percepción de la imagen de marca que tiene el cliente final. Y esa imagen de marca se construye desde la comunicación.

Una comunicación que debe circular en todas las direcciones. Primero, y fundamental, con una buena relación interna, que todos los trabajadores se identifiquen con sus compañías teniendo un mínimo conocimiento de todo lo que en ella se hace, aunque dependa de otra área. Ese conocimiento les permitirá ser los mejores embajadores de su propia marca. La implicación de todo el equipo allanará el camino a los encargados de optimizar la relación externa, el contacto con el cliente, usuario o receptor.

La formación en habilidades de comunicación o Formación In Company es fundamental para dos futuros: el del propio profesional y el de la organización en la que trabaja. Y por su propio bien es esta la que debe ayudar al trabajador, se considere un analfabeto digital o un tímido inexpresivo, a perder el miedo por lo desconocido que entraña cualquier aprendizaje.

Más información: Formación In Company en ESUE